- “Tu Castillo en Red” es un proyecto promovido por el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra para dar a conocer al público en general el yacimiento histórico del Castillo de Alcalá de Guadaíra.
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Esta información resume los contenidos desarrollados en la monografía Castillo de Alcalá de Guadaíra: Arqueología e Historia, publicación elaborada dentro del proyecto “Tu Castillo en Red”.
El Cerro del Castillo de Alcalá forma parte de un espacio geográfico marcado por la presencia de una formación geológica singular, los Alcores, que sirve de barrera pero a la vez de eje de conexión entre el valle del Guadalquivir (al oeste / noroeste) y la comarca de la Campiña (al este / sureste). Desde la Campiña, los Alcores se presentan como un relieve destacado, con diferencias de nivel entre estos y aquella de entre 100 / 50 m. Es el conocido como “escarpe”, escalón natural que forma una auténtica barrera, impidiendo el tránsito entre la Campiña y el valle del Guadalquivir salvo su rodeo o acceso a través de los pasos excavados en la roca por la erosión hídrica. De estos pasos naturales, los más importantes son precisamente los que han dado lugar a los asentamientos históricos. Es el caso de Mairena del Alcor, nucleada en torno al arroyo de Alconchel, o Alcalá de Guadaíra, asentada sobre un cerro modelado por el curso del río Guadaíra, principal colector hidráulico de la comarca.
El relieve tabular de los Alcores en sentido SE / NW hace que, una vez salvado el escarpe, el tránsito sea mucho más fácil, debido al suave declive que enlaza la parte superior del alcor con los primeros niveles de las terrazas del Guadalquivir.
Las primeras evidencias de ocupación del Cerro del Castillo se dan durante la Edad del Bronce (1900 / 1500 a.C.), concretadas en la presencia de un recinto amurallado y restos domésticos, con abundantes cerámicas a mano. Este “poblado” se localiza en el extremo noroeste del Cerro del Castillo, y su desarrollo parece finalizar con un episodio de abandono, asociado a un nivel de incendio. Desde este primer momento, la presencia humana continuada en el Cerro del Castillo se pone en relación con el control del tránsito interior entre la Campiña y la Vega del Guadalquivir, así como el “camino de Los Alcores” entre Carmona / Alcalá / Sevilla y la zona gaditana.
En época tartésica (ss. VII / VI a.C.) se documenta un nuevo asentamiento en el Cerro del Castillo, asociado a cerámicas a mano pero donde ya aparecen también cerámicas a torno, como ánforas fenicias, vasos “a chardón” y singularmente un fragmento de un gran recipiente o pithos decorado con motivos figurados, posiblemente una flor de loto, similar a piezas completas aparecidas en Carmona. La presencia de estas piezas parece indicar un posible asentamiento de carácter comercial, relacionado asimismo con un espacio de culto, dentro de los modelos habituales desarrollados durante la época de las colonizaciones orientales en el suroeste peninsular.
Las piezas de época tartésica encuentran continuidad en la presencia de un asentamiento turdetano (ss. V / III a.C.), que al igual que los niveles anteriores se concentra en la zona de las Alcazabas Occidentales del recinto medieval. Para el nivel turdetano se documentan estructuras en diversos puntos, asociadas a cerámicas domésticas y una presencia relativamente abundante de recipientes de transporte y almacenamiento de productos agropecuarios, así como de probable importación de producciones como las salazones procedentes de la zona gaditana. Parece por tanto que el Cerro del Castillo se consolida durante la Prehistoria reciente como un punto de control del territorio agrícola circundante y circulación de productos en la zona de Los Alcores.
Para el período romano tenemos testimonios de ocupación estable desde mediados del siglo I a.C. al menos, que se prolongaría a lo largo de época imperial hasta tal vez fines del siglo II d.C., sin más testimonio por el momento de ocupación del poblamiento en el cerro a partir del siglo III. Para los últimos momentos de la Antigüedad Tardía sí se documentan algunos fragmentos de cerámicas a mano toscas que pueden estar indicando una ocupación humana cuyo carácter, en el estado actual de la documentación, no es posible determinar. Más difícil es establecer a partir de la escasa información existente la extensión y el carácter del yacimiento. Si consideramos contemporáneos todos los elementos de la fase altoimperial, tendríamos un gran establecimiento amesetado similar a la Mesa de Gandul, con indicios de fortificación en la zona de Torre Mocha. Desde esta hasta el lugar de los hallazgos de la muralla norte de la Villa y el Patio de la Sima se extiende un área de considerable tamaño en la que se documentan estructuras imposibles de determinar funcionalmente.
El registro arqueológico entre los ss. VII / XI es muy fragmentario en el Cerro del Castillo. No se documentan por el momento estructuras de esta cronología, aunque sí aparecen materiales cerámicos procedentes de la Antigüedad Tardía con perduración durante los primeros siglos andalusíes. A estas piezas toscas, a mano o a “torno lento” y polifuncionales (grandes recipientes con usos diversos) se le va agregando el repertorio primitivo andalusí, que recupera la funcionalidad individualizada de las piezas (mesa, almacenamiento, cocina) junto con la recuperación de las producciones a torno y nuevas técnicas como el vidriado o los acabados con engobe. La amplia cronología de este registro nos señala una ocupación dispersa y posiblemente discontinua, ligada a grupos campesinos que mantienen el uso del enclave. Ya durante el s. XI, el asentamiento entra dentro de la órbita de la taifa de Sevilla, con un carácter probablemente defensivo, aunque este punto no se ha constatado arqueológicamente.
Hay que esperar al s. XII para que el Cerro del Castillo aparezca de nuevo con un papel definido a nivel territorial. A partir de 1161 se fecha la implantación de un reducto fortificado almohade, articulado en dos recintos, que forman las fases primitivas del Patio de los Silos y el Patio de la Sima. Qa’lat Yabir / Hisn al-Qa’la sería un enclave utilizado en la campaña de ocupación almohade de la comarca de Los Alcores (la “Guerra de Carmona”), y posteriormente punto de control del tránsito entre la Campiña y la Vega del Guadalquivir.
Al interior del recinto, el elemento más destacado conservado de época almohade es el hammam [baño] del Patio de la Sima. Su reducido tamaño descarta un uso “urbano”, siendo probablemente un elemento de representación y propaganda relacionada con el rigorismo almohade y la importancia del enclave a nivel territorial. Junto con su localización estratégica, el Cerro del Castillo de Alcalá recuperó en el s. XII su papel de control sobre la cabecera del acueducto de abastecimiento a Sevilla, reconstruido en 1172.
Asimismo, durante la última época andalusí el entorno de Alcalá comienza a concentrar una importante industria molinera, que ya en la baja Edad Media se convertiría también en la principal suministradora de harina y pan a la capital Sevillana.
Tras la ocupación castellana de 1246, la fortificación almohade de Alcalá de Guadaíra conoce una importante expansión y consolidación, que incluye la primera ocupación urbana documentada, la “villa”, existente al menos desde 1258 y ratificada por la Carta Puebla concedida por Alfonso X en 1280. Durante la segunda mitad del s. XIII se amplía el Patio de los Silos, completando el recinto que ha llegado hasta nosotros. En el tránsito al s. XIV se amuralla la Villa, localizada sobre la meseta al este de las Alcazabas Occidentales, y cuyo crecimiento demográfico durante el s. XIV terminaría por facilitar la aparición del arrabal de San Miguel sobre la ladera suroeste. Es asimismo durante el s. XIV cuando se construyen las dos iglesias parroquiales de Alcalá, Santa María (en la “villa de arriba”) y San Miguel (en el arrabal).
A partir de 1253, Alcalá dependió jurisdiccionalmente del Concejo de Sevilla aun contando con concejo propio, siendo privilegio del concejo sevillano el nombramiento de los alcaides del Castillo. Esta relación de dependencia se vio interrumpida en varios momentos durante la baja Edad Media, principalmente durante la tenencia de Leonor de Guzmán (1332 / 1350) y durante los enfrentamientos nobiliarios del s. XV. Durante el señorío de Leonor de Guzmán (amante del rey Alfonso XI y a quien el monarca le cedió el Castillo de Alcalá junto con otras numerosas propiedades en Andalucía) se reforman varias zonas del Castillo, y posiblemente se construyen el Alcázar Real y la Torre del Homenaje.
El último gran momento constructivo del Castillo de Alcalá se da a finales del s. XV. En 1471, las tropas de la Casa de Arcos toman Alcalá y su fortaleza, y hasta 1477 se acantonan en ella y hostigan las comunicaciones y abastecimientos de Sevilla. El contexto histórico es la sucesión de Enrique IV y el enfrentamiento en la Baja Andalucía entre los partidarios de Isabel I (encabezados por la Casa de Medina Sidonia) y los de Juana “la Beltraneja” (encabezados por la Casa de Arcos). La ocupación se tradujo en un amplio número de actuaciones de refuerzo de las defensas del recinto, que incluyeron el cierre oriental del Patio de la Sima, la construcción de antemuros entre la zona alta del recinto y el arrabal de San Miguel y el refuerzo del Arco de San Miguel (acceso principal al recinto).
Tras la recuperación de Alcalá por la Corona, el Castillo vuelve a manos nobles durante las primeras décadas del s. XVI, bajo la tenencia de los Enríquez de Ribera, fundadores de la Casa de Alba. Tras la pacificación promovida por los Reyes Católicos y el fin de la frontera con la toma de Granada en 1492, Alcalá, al igual que otros antiguos castillos fronterizos, pierde sentido defensivo. Se documenta aún un episodio residencial al interior de las alcazabas, relacionado con la tenencia nobiliaria. Pero ya en el s. XVII el Castillo se encuentra en un avanzado estado de abandono y ruina. Tanto la “villa de arriba” como el arrabal de San Miguel conocerían un destino similar, debido al crecimiento extramuros de Alcalá a partir del s. XV, que alejó el núcleo urbano del Cerro del Castillo. Hacia el s. XVIII, la mayor parte del Cerro del Castillo se encontraba abandonado, aunque los restos monumentales de la fortaleza medieval se mantendrían prácticamente intactos, alcanzando de esta forma el s. XX y los primeros trabajos de investigación y restauración del yacimiento.